Quien concentra su atención en su interior antes de iniciar cualquier proyecto y se cuestiona profundamente si realmente cree que lo logrará, aun a pesar de las adversidades, o de los que opinan que es imposible, obtiene un sabio autocontrol y liderazgo sobre sí.

Incentivo fiscal en el freezer

Contratar un seguro de vida ya no supone ningún beneficio impositivo relevante. Los montos deducibles de impuesto a las ganancias están congelados desde 2001 en $ 996.

10-5-2011
Empleado, casado y con dos hijos muy pequeños, Alberto Quinteros cobraba en 2001 un sueldo de $ 5000 mensuales, cifra neta de los aportes a la seguridad social. Por su ingreso de ese año tributó por el impuesto a las Ganancias, un total de $ 7549,70, o un promedio de $ 629 por mes.

Como Alberto Quinteros había pagado la póliza de un seguro de vida, la carga fiscal fue un 14% menor respecto de los $ 8772,40 que le habrían descontado en todo el año si no hubiera deducido $ 996,12 de la base imponible. Ese era, en aquel entonces, el monto máximo que la ley le permitía deducir por haber comprado ese producto de protección para su familia. Alguna vez su productor le comentó también sobre un producto de ahorro para el momento de su retiro laboral, que él finalmente no contrató. De haberlo hecho, ambos seguros le habrían significado tributar un 17% menos en comparación con el impuesto calculado sin las deducciones por esos conceptos.

Alberto Quinteros sigue hoy trabajando. Y a lo largo de estos años, la empresa le fue mejorando el salario a un ritmo similar al del índice de inflación calculado por las consultoras económicas privadas. Eso equivale a hablar de aproximadamente un 300 por ciento.

Durante 2010, a su bolsillo llegaron $ 20.000 por mes, y por los $ 260.000 acumulados en el año (incluyendo aguinaldo), el monto del impuesto trepa a los $ 46.827,40 (la estimación es aún provisoria, ya que avanzado 2011 el Congreso de la Nación no aprobó aún la ley para ratificar los valores de las tablas de cálculo anunciadas por el Poder Ejecutivo a mediados del año pasado). Siempre preocupado por los suyos, Quinteros sigue con el contrato del seguro de vida, aunque eso tiene ahora un impacto muy leve en el impuesto a las ganancias. Concretamente, abona un 0,74% menos del monto que le correspondería de no tener el producto. La razón, claro, es que sigue deduciendo los mismos $ 996,12 de 2001, aunque esa cifra hoy apenas le alcance, por ejemplo, para pagar dos meses de expensas, cuando una década atrás saldaba 8 meses de ese gasto.

Ya su productor no le insiste para que tome un seguro de retiro, pero de todas formas, ya no podría utilizarlo para aliviar la carga tributaria, porque la ley de reforma previsional de fines de 2008 eliminó esa posibilidad. Hasta ese entonces, cada contribuyente podía deducir hasta un máximo de $ 1261,20 por ese concepto, otra cifra que no había tenido actualización pese a los años de inflación y depreciación de la moneda.

Tanto por el congelamiento del tope de las deducciones, como por la desaparición del incentivo fiscal en los productos de retiro, el seguro dejó de tener en los últimos años un atractivo significativo dentro del sistema tributario, tal como lo demuestra el ejemplo mencionado.

La misma ley de reforma jubilatoria, al derogar la vigencia de la opción por un régimen de capitalización (alternativo al de reparto), borró la posibilidad del ahorro voluntario de largo plazo bajo la modalidad de aportes en exceso de los obligatorios, con destino a las cuentas donde se acumulaban los saldos de cada persona para la futura jubilación.

Sólo quedó vigente, para las empresas, el derecho a deducir de sus ganancias una cifra de $ 630 anuales por empleado, por las contribuciones patronales a un seguro de retiro que mejore, en el futuro, el ingreso jubilatorio de sus actuales empleados.

VELADA ACUSACION. Los discursos políticos en defensa de la eliminación del sistema que entre 1994 y 2008 gestionaron las AFJP, incluyó entre sus argumentos una suerte de "acusación" a los contribuyentes, al considerar que si pagaban aportes voluntarios, sólo lo hacían para pagar menos impuestos. En la misma consideración cayeron los seguros de retiro, al menos si se busca entender por qué esa ley eliminó el beneficio fiscal.

Esos discursos, claro, dejaron de lado los argumentos de quienes defienden -desde el sector asegurador y desde el análisis fiscal- la necesidad de que rijan beneficios fiscales como una promoción del ahorro de largo plazo, tal como ocurre en otros países. Vale aquí citar otro dato duro: contratando un seguro de vida o ahorrando en un seguro de retiro, Alberto Quinteros cobraba en mano menos de lo que habría cobrado de no optar por esos productos, porque el beneficio fiscal implica siempre una cifra inferior al monto aportado para la protección familiar o el cobro de una renta en los años de madurez.

"Para una sociedad es muy importante que sus habitantes tengan cobertura de vida y retiro, y esa protección es aún más necesaria cuanto más bajo es el nivel social. Pero la gente no está dispuesta a sacrificar consumo actual por ahorro futuro, y es por eso que el Estado tiene que ocupar un rol, con políticas activas, para que se ahorre", considera Gabriel Chaufan, presidente de la Asociación de Aseguradores de Vida y Retiro de la República Argentina (Avira).

La entidad presentó el año pasado su proyecto de un Seguro Jubilatorio Voluntario, que devolvería al contribuyente la posibilidad de deducir de Ganancias, por sus aportes, hasta el equivalente al 5% de sus ingresos. Lógicamente, al definir el tope como un porcentaje del ingreso y no como un monto fijo, la actualización se iría haciendo de manera automática, siguiendo la recomposición que va obteniendo el salario del empleado o lo facturado por los autónomos.

De esta manera, en la entidad sostienen que las compañías aseguradoras participarían ofreciendo conformar el llamado tercer pilar del sistema jubilatorio. El primero sería el componente solidario y universal, a cargo del Estado; el segundo, el derivado de las contribuciones obligatorias hechas en la vida laboral, y el tercero, el originado en un seguro con deducciones significativas.

"Lo ideal es que el tope de la deducción tenga una movilidad intrínseca; acá hay un monto fijo que está vigente desde los años 80", lamenta Chaufan.

DEDUCCION. Desde 2001, más allá de que hubo otros cambios en las tablas para el cálculo del impuesto a las ganancias, el salario básico sobre el que se aplica se elevó en un 257,5% para los trabajadores solteros (de $ 1347,7 a $ 4818) y en un 301,1% para quien tiene cónyuge y dos hijos a cargo (de $ 1661,5 a $ 6664). Si se considera que la deducción por los seguros podría haber seguido la variación promedio entre las dos -es decir, un 279,3%-, por los productos de vida hoy se podría deducir hasta $ 3778,20 por año, y por los de retiro, hasta un máximo de $ 4783,60 anuales.

"Todos los valores de las deducciones que están topeadas están desactualizados, y el seguro entra en esa regla", señala Jorge Rodríguez Córdoba, y vicepresidente del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Según el tributarista, son varias las alternativas a analizar para determinar un posible mecanismo de ajuste automático, tanto de la ganancia mínima imponible como de los topes de deducción. Pero claro, advierte que hay un problema en el camino: "Dar con una solución puede ser muy complicado si primero no se reconoce que hay inflación", en referencia a la actitud de los funcionarios nacionales frente al tema.

Una opción, señala Rodríguez Córdoba, sería utilizar la variación promedio de los salarios de convenio. En los últimos años, la evolución de esa variable no fue demasiado distinta de los índices de inflación estimados por varios economistas, los mismos que cuestiona fuertemente el Gobierno. Desde el desprestigiado Indec, insisten en difundir tasas según las cuales, los precios aumentan hasta tres veces menos que los salarios.

"En países donde se les da mucha importancia al ahorro de las personas, estos instrumentos como los seguros cuentan con un fuerte incentivo", afirma por su parte, Daniel Lejtman, socio del estudio tributario Lisicky, Litvin & Asociados. En la Argentina, agrega, se hace al revés, porque es muy poquito lo que puede deducirse y, de esa manera, no se da ese necesario impulsado señalado antes por Chaufan.

La falta de empujón dado por alguna ventaja impositiva, se suma en el caso de nuestro país, a la desconfianza que en los ahorristas fueron generando varios hechos de la historia reciente. En Avira aclaran que, para despejar incertidumbres de quienes podrían tomar el seguro complementario que se propone, existiría un mecanismo de rescates anticipados de los ahorros.

Mucho se ha hablado, de hecho, de la inestabilidad del marco económico como traba para pensar en acciones de largo plazo. Si es dificultoso a veces para algunas empresas, tanto más para las personas. "Pero es como el tema del huevo y la gallina -replica el presidente de Avira-: se dice que se necesita una economía estable para poder desarrollar este tipo de productos, pero a la vez, el desarrollo de estos productos permitiría crear las condiciones para una economía estable".

Mientras tanto, a la espera de una decisión política que tal vez revierta la tendencia de los últimos años, la influencia del seguro en la determinación del impuesto a las ganancias -que alcanza a cada vez más personas-, sigue cayendo.

Lo demuestra también el caso de Joaco, el hermano de Alberto Quinteros, un soltero empedernido que, no por eso, dejó de comprar una cobertura de vida a favor de sus padres, a quienes ayuda económicamente.

En 2001, el joven Joaco cobraba $ 2500 por mes y tributó $ 1457,70 en todo el año, una cifra inferior en un 8,7% a la que habría correspondido de no tener contratado el seguro de vida. Hoy por hoy, con un ingreso de $ 10.000 mensuales, sus aportes le permiten abonar al Fisco un 2% menos del impuesto estimado sin hacer la deducción. Mucho menos que antes, claro, aunque eso no hará desistir a Joaco, convencido del beneficio social, de seguir haciendo su pago mensual al seguro.

Silvia StangCopyright Estrategas, 2011