En todas partes del mundo las personas esperan más de la
vida. Quieren ser tratados como individuos. Viven una individualidad
autoconsciente, lo cual genera de manera automática conflictos con la
organización.
El ser humano se convierte en le portavoz de su
peculiaridad, como si se tratara de la minoría más pequeña que puede existir.
Ello implica que las personas también esperan que su trabajo
le aporte sentido e identidad.
De ahí que la respuesta básica a la cuestión de nuestro
concepto de vida profesional suelan girar en torno a la autodeterminación y la
autonomía: trabajar con la mejor consciencia posible, no anquilosarse, ampliar
los conocimientos especificos por medio de la formación continua, aspirar a la
independencia, no cumplir solo con las exigencias mínimas, influir y
transformar el entorno, asumir responsabilidad, esforzarse resueltamente por
tener mayores ámbitos de decisión.
La idea nuclear del trabajo que está manejándose ahí no es
la de que me guste trabajar para otros, sino que me gusta trabajar para mi
mismo.
Hago algo en lo que yo creo, algo que parece correcto y que
yo quiero llevar a cabo. Un trabajo que sale de dentro de mí mismo, de lo “que
realmente quiero”.
El motivo común de estas manifestaciones es el desarrollo
individual de la personalidad. Ser inconfundible, marcar la diferencia.
La adaptación y el cumplimiento del deber en la vida profesional y familiar
han dejado de ser el sentido de la
vida , que ahora se halla en un disfrutar vital determinado
por uno mismo. Esto encuentra su expresión en una relación apasionada con el
mundo.
Seleccionado por Víctor Raiban de La rebelión del individuo,
de Reinhard Sprenger.
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